viernes, febrero 01, 2008

Seguidores de Jesús: Felipe


San Felipe Apóstol. Nacido en Betsaida (Galilea), junto al Lago de Genesaret y murió en Hierápolis (Grecia) o Cesarea (Filipos). La Fiesta del Apóstol se celebra en la Iglesia Romana el 3 de mayo (junto con la de Santiago el Menor), y en la Iglesia Ortodoxa Griega el 14 de noviembre.

Felipe también era seguidor de Juan el Bautista y estaba con él cuando lo señaló a Jesús como el Cordero de Dios. Fue el quinto apóstol y llamado por el mismo Jesús a que lo siguiera y luego de ese llamado, trajo consigo a su amigo Bartolomé (Natanael). Su nombre en el Evangelio aparece en Mateo, 10, 2-4; Marcos, 3, 14-19; Lucas, 6, 13-16. Juan 1, 43-45; 6, 5-7; 12, 21-23; 14, 8-9 y Hechos 1, 13. Según los relatos de los Evangelios podemos ver a Felipe como un hombre cándido, timorato pero de mente sensata. Al pertenecer al Colegio Apostólico (Hechos) va a predicar Hierápolis (hoy Turquía) que pertenecía antiguamente a Grecia y en la cual muere en edad avanzada. La tradición no se pone de acuerdo, se dice que tuvo dos hijas que llegaron vírgenes a la vejez y están enterradas junto a él según la carta de San Víctor en el año 189 dirigida a Polícrates de Éfeso. En los Hechos 21, 8-9 refiera a cuatro hijas “Al otro día, saliendo Pablo y los que con él estábamos, fuimos a Cesarea; y entrando en casa de Felipe el evangelista, que era uno de los siete, estuvimos con él. Este tenía cuatro hijas doncellas que profetizaban”. Aquí hay una de las confusiones, quizás este sea el Felipe Evangelista que se supone que muere en Cesarea y Felipe el Diácono el de Hierápolis, existiendo dos de ellos diferentes. En el libro apócrifo “Hechos de Felipe” refiere a que el apóstol murió en la región de Asia y sus restos enterrados en Hierápolis Según la tradición los restos fueron más tarde trasladados a Constantinopla y de allí a la iglesia de los Dodici Apostoli de Roma. Existiendo en la actualidad dos tumbas de un mismo apóstol o bien de dos "Felipes" diferentes.

Felipe era natural de Betsaida, en el Lago de Genesaret (Juan 1, 44). También él estaba entre los que rodeaban al Bautista cuando éste señaló por primera vez a Jesús como el Cordero de Dios. Al día siguiente de la llamada de Pedro, cuando estaba a punto de partir para Galilea, Jesús se encontró con Felipe y le llamó al Apostolado con las palabras, “Sígueme”. Felipe obedeció la llamada, y poco después trajo a Natanael como nuevo discípulo (Juan 1, 43-45). Con ocasión de la selección y envío de los doce, Felipe está incluido entre los Apóstoles propiamente dichos. Su nombre figura en el quinto lugar de las tres listas (Mateo, 10, 2-4; Marcos, 3, 14-19; Lucas, 6, 13-16) detrás de las dos parejas de hermanos, Pedro y Andrés, Santiago y Juan. El Cuarto Evangelio registra tres episodios referentes a Felipe que ocurrieron durante la vida pública del Salvador:

  • Antes de la milagrosa alimentación de la multitud, Cristo se vuelve a Felipe con la pregunta: “¿Cómo vamos a comprar pan para que coman estos?” a lo que responde el Apóstol: “Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco” (6, 5-7).
  • Cuando algunos paganos en Jerusalén vienen a Felipe y le expresan su deseo de ver a Jesús, Felipe informa del hecho a Andrés y luego ambos llevan la noticia al Salvador (12, 21-23).
  • Cuando Felipe, después de que Cristo hubiera hablado a sus Apóstoles de conocer y ver al Padre, le dijo: “ Señor, muéstranos al Padre y nos basta”, recibe la respuesta: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (14, 8-9).

Estos tres episodios nos proporcionan un esbozo consistente de la personalidad de Felipe como hombre ingenuo, algo tímido, de mente juiciosa. Ninguna característica adicional se da en los Evangelios ni en los Hechos, aunque se le menciona en esta última obra (1, 13) como perteneciente al Colegio Apostólico.

La tradición del Siglo II referente a él es insegura, tanto más cuanto que se registra una tradición similar respecto a Felipe el Diácono y Evangelista – un fenómeno que debe ser resultado de una confusión causada por la existencia de dos Felipes. En su carta a San Víctor, escrita hacia 189-98, el obispo Polícrates de Éfeso menciona entre las “grandes lumbreras”, a quienes el Señor buscará “el último día”, a “Felipe, uno de los Doce Apóstoles, que está enterrado en Hierópolis con sus dos hijas, que llegaron vírgenes a la vejez”, y una tercera hija, que “llevó una vida en el Espíritu Santo y descansa en Éfeso”. Por otro lado, según el Diálogo de Cayo, dirigido contra un montanista llamado Proclo, éste afirmó que “hubo cuatro profetisas, las hijas de Felipe, en Hierópolis en Asia donde aún está situada su tumba y la de su padre”. Los Hechos de los Apóstoles (21, 8-9) en realidad mencionan cuatro profetisas, las hijas del diácono y “Evangelista” Felipe, como viviendo entonces en Cesarea con su padre, y Eusebio, que da los extractos arriba citados (Hist. Eccl., III, xxxii), refiere a éste último la afirmación de Proclo.

La afirmación del obispo Polícrates tiene en sí misma más autoridad, pero es extraordinario que se mencione a tres hijas vírgenes del Apóstol Felipe (dos enterradas en Hierópolis), y que el diácono Felipe haya tenido también cuatro hijas, y que se diga que hayan sido enterradas en Hierópolis. Aquí también quizá debemos suponer que se haya producido una confusión entre los dos Felipes, aunque es difícil decidir cuál de los dos, el Apóstol o el diácono, fue enterrado en Hierópolis. Muchos historiadores modernos creen que fue el diácono; sin embargo, es posible que el Apóstol fuera enterrado allí y que el diácono también viviera y trabajara allí y fuera allí enterrado con tres de sus hijas y que estas fueran después erróneamente consideradas como hijas del Apóstol. Los apócrifos “Hechos de Felipe”, que son, sin embargo, puramente legendarios y un tejido de fábulas, también se refieren a la muerte de Felipe en Hierópolis. Los restos del Felipe que fue enterrado en Hierópolis fueron más tarde trasladados, (como los del Apóstol) a Constantinopla y de allí a la iglesia de los Dodici Apostoli de Roma. La fiesta del Apóstol se celebra en la Iglesia Romana el 1 de Mayo (junto con la de Santiago el Menor), y en la Iglesia Griega el 14 de noviembre.

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